Parecía surrealista
lo que estaba ocurriendo en las pantallas de tv aquel CINCO de abril. Kenya
Fujimori, sumo pontífice de los injertos y lumbrera del hampa, notificaba a los
tele-invidentes de este país que, a partir de la fecha, la mesa de partes de
Palacio de Gobierno se trasladaba al SIN de su secuaz Montesinos.
Esa noche y días
siguientes, varios constitucionalistas, senadores, diputados y todo académico
que se preciaba de serlo, tenían la certeza que se trataba de un atropello a la
dignidad de la clase política. Todos los que han pisado las aulas callejeras de
las luchas por recuperar la democracia tenían conocimiento del artículo 307 de
la Constitución de 1979 –la famosa cláusula pétrea–; el mencionado artículo 307
dice: "Esta Constitución no pierde
su vigencia ni deja de observarse por acto de fuerza o cuando fuere derogada
por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone".
La clase política
lanzo la consigna de todos a la calle, pero quedaron huérfanos de apoyo, Kenya Alberto
consolidó su poder al convocar un congreso constituyente y con ello la
pantomima de legitimidad de su gobierno, legitimidad que era tan solida como la
defensa del intigas. Uno de los que arengaba “todos a la calle”, era el Premio Nobel de Literatura: Mario Vargas
Llosa. Pasaron los años y la mayoría de ellos han terminado por cruzar el
umbral de la defensa del Estado Constitucional de Derecho a defender ardorosamente
solo el capítulo económico de la constitución de 1993.
El premio nobel
ahora es el garante oficioso de una calamidad llamada Ollanta, el jefe de
campaña de Nadine 2021; y será, qué duda cabe, el primer agitador de las masas
para salir a defender la (otrora impresentable) constitución de Kenya Alberto.
¡Cómo han cambiado
los tiempos!
En cuatro—dijo la
C93—
EDWIN
CONDORI LETONA
Villa
El Salvador
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