jueves, 20 de octubre de 2011

Caso Chehade: “Todos somos iguales”

No conozco al abogado Omar Chehade. Sin embargo, he leído su libro “Atrapando al Fugitivo” memorias de la histórica extradición de Alberto Fujimori. En esas páginas Chehade, ex jefe de la Unidad de Extradiciones de la Procuraduría ad hoc, relata la secuencia de hechos y la historia de rendirse o no ante la inmensa fuerza del poder político reaccionario tanto de Chile como del Perú. Pone de manifiesto en el libro la combinación de advertencias, intimidaciones, ofertas y sinecuras,  a la que recurrió la autoridad corrupta de ambos países con la finalidad de evitar el regreso del ex dictador en calidad de acusado de crímenes de lesa humanidad y latrocinios al estado. De no haber sido así, Alberto Fujimori estaría en Japón y no en la cárcel como le corresponde. Por esta lucha en difíciles circunstancias,  por darse al interior de una maraña de poderes fácticos corruptos históricamente, el abogado Chehade me causó buena impresión.

El libro comprende variados aspectos de los orígenes de la corrupción y la inmoralidad política en el Perú, hasta su coronación indiscutible durante el periodo Fujimori-Montesinos; y por supuesto, de la lucha emprendida contra ellas por la Unidad de Extradiciones a cargo de Omar Chehade. ¿Puede haber cambiado este abanderado anticorrupción a un político “traficante de influencias” tal como los medios de comunicación masiva lo presentan? No pongo las manos al fuego por él, sin embargo, tampoco de buenas a primeras, por el grave error cometido, de irse a cenar con tres altos jefes de la policía, debemos sentenciarlo sin las investigaciones correspondientes. De acuerdo al cargo que ocupa, haber invitado a los generales de la policía a una reunión , cae de redondo en la ingenuidad simple y pura, además, en la suspicacia propicia a todas las desconfianzas posibles de ser aprovechadas por sus enemigos, que los debe tener y muchos.

El gobierno de Ollanta Humala no ha iniciado ni iniciará la Gran Transformación del país. En artículos anteriores mi apreciación fue que a lo sumo iba a continuar con el neoliberalismo económico tratando de lograr una mínima “inclusión” de los sectores populares marginales; y que la única tarea revolucionaria, de lograrse, iba a ser la lucha anticorrupción. Los cambios políticos y sociales para la gran transformación son posibles, en cuanto y en tanto se cambien las estructuras económicas, y ese viraje no va a ocurrir con Ollanta Humala. Por consiguiente, en estos primeros tres meses de gobierno, Humala parece estar bien encaminado en la perspectiva de limpiar el Estado y combatir la corrupción. La reorganización de la Policía Nacional es un gran paso y la instalación de la megacomisión congresal para investigar y sancionar los actos de corrupción de los gobiernos anteriores, va en el mismo camino. De ahí la importancia del caso Chehade.

Un poco de memoria nos hace bien. Variables más o variables menos, los programas de Ollanta Humala y Keiko Fujimori caían dentro de los parametros del neoliberalismo en curso; siendo la monumental diferencia entre estas opciones la lucha contra la corrupción y la inmoralidad, encarnadas en la mafia política, sobreviviente a muchos gobiernos, encabezada por Alan García, Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, Lourdes Flores y Pedro Pablo Kuczynski. La derrota de esta mafia, gracias al apoyo popular logrado por Ollanta Humala, marcó el derrotero del cambio en la manera de hacer política. En este sentido, Ollanta Humala y Daniel Abugattas, han declarado respaldar las investigaciones sin blindaje alguno a Chehade; y que de acuerdo al estado de derecho se debe conservar la presunción de la inocencia hasta el final de las pesquisas.

Las heridas provocadas por la derrota de la mafia política peruana no se curarán en mucho tiempo. La guerra no ha terminado. Continúa vigorosa desde los cuarteles de la derecha cavernaria y los partidos afines con los líderes ya señalados. Es bastante difícil creerle al general Arteta, un general defenestrado por la reorganización policial, un individuo que se ha prestado a la maquinación periodística al servicio de la mafia derrotada. Las elucubraciones con visos de “verdad” son muy conocidas en este periodismo nacional mercenario por todos sus contornos. Chehade es un ingenuo de marca mayor pero no lo creo ni idiota ni bruto, pues sabiendo que Ollanta Humala prefiere el diálogo con los pobladores y trabajadores ¿cómo se le va a ocurrir pedir a ese general Arteta, la intervención de cinco mil policias para entrar a sangre y fuego contra los trabajadores en la cooperativa azucarera Andahuasi y favorecer a la familia Wong? No hay duda, esta es una calumnia intragable del general Arteta, pero ella cae como anillo al dedo a la red mafiosa que pretende bajarse la lucha anticorrupción emprendida, bajo la consigna, en cabeza de Chehade, de que “todos somos iguales”.

Me extraña sí la ingenuidad de algunos periodistas progresistas, ingenuidad más grande que la de Omar Chehade, pisando el palito y haciendo eco de la escenografía y guión montado en los laboratorios de la prensa mercenaria a fin de tirarse abajo la lucha anticorrupción, la única fortaleza, hasta ahora, de este novísimo gobierno. ¿Acaso no se dan cuenta todavía que el terreno está minado y la guerra continuará hasta arrinconar a Ollanta Humala y sus huestes? ¿Acaso no han observado el caso de la ministro Aída García Naranjo y las espadas desenvainadas?


Carlos Angulo Rivas

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